sábado, 27 de agosto de 2011

Capitulo4: "El recuerdo de una paliza"


Dos años antes, zona Fleming.
Una tarde cualquiera, si no fuera por su moto Vespa recién estrenada, en rodaje, todavía sin trucar. Nick la está probando. Al pasar por delante del café
Fleming oye que lo llaman.
—¡Hola, Nicholas!
Annalisa, una guapa rubia que ha conocido en el Piper, le sale al encuentro. Nicholas se para.
—¿Qué haces por aquí?
—Nada, he ido a estudiar con un amigo y ahora voy hacia casa.
Apenas un segundo. Alguien a sus espaldas le quita el gorro.
—Te doy diez segundos para que te vayas de aquí.
Un cierto Poppy, un tipo grueso más grande que él, se planta delante. Lleva su gorro entre las manos. Aquel gorro está de moda. En Villa Flamina lo tienen todos. De colores, hecho a mano por las agujas de alguna chica. Aquel se lo había regalado su madre, en lugar de la amiga que todavía no tiene.—¿Me has oído? Vete.
Annalisa mira a su alrededor y, al comprender, se aleja. Nicholas baja de la Vespa. El grupo de amigos lo rodea. Se pasan el gorro unos a otros, riéndose, hasta que acaba en manos de Poppy.
—¡Devuélvemelo!
—¿oiste? Es un duro. ¡Devuélvemelo! —lo imita provocando las carcajadas del grupo—. Y si no qué haces, ¿eh? ¿Me das una leche?
-Venga, ¿me la das? Vamos.
Poppy se acerca con los brazos colgando, echando la cabeza hacia atrás. Con la mano que no tiene el gorro le indica la barbilla.
—Venga, dame aquí.
Nicholas lo mira. La rabia lo ciega. Hace un movimiento de golpearlo pero apenas mueve el brazo lo sujetan por detrás. Poppy pasa el gorro al vuelo a uno que está allí cerca y le da un puñetazo sobre el ojo derecho partiéndole la ceja. A continuación, el bastardo que lo tiene sujeto por detrás lo empuja hacia delante, hacia el cierre metálico del café Fleming que, vista la situación, ha cerrado antes de lo previsto. El pecho de Nicholas cae contra el cierre con un fuerte golpe. Casi de inmediato descargan sobre su espalda un sinfín de puñetazos; luego alguien le da la vuelta. Se encuentra, aturdido, de espaldas contra el cierre. Prueba a cubrirse sin conseguirlo. Poppy le mete las manos detrás del cuello y, aferrándose a las barras del cierre metálico,
lo inmoviliza. Empieza a darle cabezazos. Nicholas intenta protegerse como puede pero aquellas manos lo tienen inmovilizado, no consigue quitárselo de encima. Siente cómo empieza a salirle sangre de la nariz y oye una voz de mujer que grita: «¡Basta, basta, dejalo ya o lo mataras!»
Debe de ser Annalisa, piensa. Nicholas prueba a dar una patada pero no logra mover las piernas. Oye solo el ruido de los golpes. Casi han dejado de hacerle daño. Luego llegan unos adultos, algunos transeúntes, la propietaria del bar. «Marcharse, fuera de aquí.» Alejan a aquellos matones a empujones, tirando de sus camisetas, de sus cazadoras, quitándoselos de encima. Nicholas se agacha lentamente, apoya la espalda contra el cierre metálico, acaba sentado sobre un escalón. Su Vespa está ahí delante, en el suelo, como él. Tal vez el cofre lateral se haya abollado. ¡Qué lástima!
Siempre procuraba tener cuidado cuando salía por la puerta.
—¿Estás mal, muchacho? —Una atractiva señora se acerca a su cara. Nicholas niega con la cabeza. El gorro de su madre está tirado en el suelo.
Annalisa se ha marchado con los otros. Pero yo sigo teniendo tu gorro, mamá.
—Ten, bebe. —Alguien llega con un vaso de agua—. Traga lentamente. Qué desgraciados, qué gentuza, pero yo sé quién ha sido, son siempre los mismos. Esos vagos que se pasan el día aquí, en el bar.
Nicholas bebe el último sorbo, da las gracias con una sonrisa a un señor que está junto a él y que vuelve a tomar el vaso vacío. Desconocidos.
Intenta levantarse pero las piernas parecen cederle por un momento. Alguien se da cuenta y se adelanta de inmediato para sostenerlo.
—¿Estás seguro que te encuentras bien, muchacho?
—Estoy bien, gracias. De verdad.
Nicholas se sacude las perneras. De ellas sale volando un poco de polvo. Se seca la nariz con el suéter hecho jirones y exhala un profundo suspiro.
Se coloca de nuevo el gorro y sube a la Vespa.
Un humo blanco y denso sale con un enorme ruido del silenciador. Se ha calado. La portezuela lateral derecha vibra más de lo habitual. Está abollada. Mete la primera y, mientras los últimos señores se alejan, suelta lentamente el freno. Sin volverse, parte con la moto.
Recuerdos.
Algo después, en casa. Nicholas abre silenciosamente la puerta e intenta llegar hasta su habitación sin que lo oigan, pasando por el salón. Pero el parquet le traiciona: cruje.
—¿Eres tú, Nicholas?
La silueta de su madre se dibuja en la puerta del estudio.
—Sí, mamá, me voy a la cama.
Su madre se adelanta un poco.
—¿Seguro que te encuentras bien?
—Que sí, mamá, estoy perfectamente.
Nicholas trata de alcanzar el pasillo, pero su madre es más rápida que él. El interruptor del salón salta, iluminándolo. Nicholas se detiene, como inmortalizado en una fotografía.
—¡Dios mío! ¡Giorgio, ven enseguida!
Su padre acude de inmediato en tanto que la mano de su madre se acerca temerosa al ojo de Nicholas.
—¿Qué te ha pasado?
—Nada, me he caído de la Vespa.
Nicholas retrocede.
—¡Ay, mamá, me haces daño!
Su padre mira las otras heridas sobre los brazos, la ropa desgarrada, el gorro sucio.
—Di la verdad, ¿te han pegado?
Su padre siempre ha sido un tipo atento a los detalles. Nicholas cuenta poco más o menos lo que ha pasado y, naturalmente, su madre, sin entender que a los dieciséis años existen ya ciertas reglas.
—Pero ¿por qué no les diste el gorro? Te habría hecho otro…
Su padre va al grano, saltando directamente a cuestiones de mayor importancia.
—Nicholas, sé sincero, la política no tiene nada que ver, ¿verdad?
Llaman al médico de la familia, quien le da la clásica aspirina y lo manda a la cama. Antes de dormirse, Nicholas decide: nadie le volverá a poner jamás las manos encima. Jamás, sin salir por ello malparado.
En el mostrador de la secretaría hay una mujer con el pelo de un color rojo intenso, la nariz un poco larga y los ojos saltones. No es, desde luego, lo que se dice una belleza.
—Hola, ¿te quieres inscribir?
—Sí.
—Bueno, sí, la verdad es que te puede venir bien —dice, indicando su ojo aún magullado y sacando un formulario de debajo de la mesa. Ni siquiera es simpática.
—¿Nombre?
—Nicholas Jonas.
—¿Edad?
—Diecisiete, en Septiembre, el 16.
—¿Calle?
—Francesco Benziacci, 39 —luego añade—: 3.2.9.27.14. —adelantándose de este modo a la pregunta siguiente. La mujer levanta la cara.
—El teléfono, ¿no? Solo para la ficha…
—Para ir a jugar a videopóquer no, desde luego.
Los ojos saltones se posan en él por un instante, luego acaban de completar la ficha.
—Son 145 pesos, 100 por la inscripción y 45 por la mensualidad.
Nicholas pone el dinero sobre el mostrador.
La mujer los introduce en una bolsa con cierre de cremallera, los mete en el primer cajón y después, tras haber apoyado un sello en un mojador embebido de tinta, da un golpe decidido sobre el carnet. Budokan.
—Se paga al principio de cada mes. Los vestuarios están en el piso de abajo. Por la noche cerramos a las nueve.
Nicholas se vuelve a meter la cartera en el bolsillo, con el nuevo carnet en el compartimiento lateral y 145 pesos menos.
—Toca, toca aquí, puro hierro. Pero qué hierro, ¡acero! —Lucone, un tipo macizo y bajo con la cara simpática, le enseña un bíceps grueso aunque poco definido.
—¿Todavía con esas historias? Pero si basta pincharte con una aguja para hacerte desaparecer.
Joe se da una sonora palmada en el hombro.
—Esto sí que es real: sudor, dificultades, filetes, lo tuyo no es más que agua.
—Pero si eres un niño, un liliputiense.
—Para empezar me hago ya ciento veinte en el banco. ¿Cuándo cojones los harás tú?
—Ahora mismo. ¿Estás bromeando? Hago dos de esas como si nada, mira, ¿eh?
Lucone se coloca bajo la barra. Extiende los brazos, aferra el largo palo y lo alza decidido. Desciende lentamente y, mirando la barra que le queda
a pocos centímetros del mentón, le da un fuerte empujón, haciendo fuerza con los pectorales.
—¡Uno!
Luego, sin perder el control, baja la barra, la apoya sobre el pecho y, a renglón seguido, la empuja de nuevo hacia arriba.
—¡Dos! Y si quiero puedo hacerlo aún con más peso.
Joe no se lo hace repetir dos veces.
—¿De verdad? Entonces prueba con esta.
Antes de que Lucone pueda apoyar la barra sobre el soporte, Joe introduce un pequeño disco lateral de dos kilos y medio. La barra empieza a doblarse hacia la derecha.
—Eh, ¿qué haces? ¿Eres idiota…?
Lucone trata de sostenerlo pero, poco a poco, la barra comienza a descender. Los músculos lo abandonan. La barra le cae de golpe sobre el pecho, pesadamente.
—Coño, quítamela de encima, me estoy ahogando.
Joe se ríe como un loco.
—Yo puedo hacerlo hasta con dos discos más. ¿Qué dices ahora? ¿Te pongo uno solo y ya estás así? Hecho polvo, ¿eh? Empuja, venga, empuja… —le grita casi rozándole la cara—. ¡Empuja! —Más risas.
—¡Me lo quieres quitar de encima! —Lucone está completamente morado, un poco a causa de la rabia, pero también porque se está ahogando de verdad.
Dos muchachos más jóvenes, ocupados con un aparato cercano, se miran, sin saber muy bien qué hacer. Viendo que Lucone empieza a toser y que incluso haciendo unos esfuerzos bestiales no consigue quitarse la barra de encima, se deciden a ayudarlo.
Joe está tumbado en el suelo, boca abajo. Ríe como un loco mientras aporrea el suelo de madera. Cuando se vuelve de nuevo hacia Lucone, con los ojos llenos de lágrimas, lo ve de pie delante de él. Los dos muchachos lo han liberado.
—¡Vaya! ¿Cómo lo has hecho?
Joe se apresura a poner pies en polvorosa, sin dejar de reírse y tropezando con una barra. Lucone lo sigue tosiendo.
—Para, que te mato. Te doy con un disco en la cabeza y te dejo aún más enano de lo que ya eres.
Se persiguen furiosamente por todo el gimnasio. Dan vueltas alrededor de los aparatos, se paran detrás de las columnas, echan a correr de nuevo.
Joe, tratando de detener a su amigo, le tira encima algunas barras. Algunos discos de goma rebotan pesadamente en el suelo. Lucone los esquiva, no se detiene ante nada. Joe emboca la escalera que conduce a los vestuarios femeninos. Al pasar corriendo tropieza con una muchacha que acaba cayendo contra la puerta con un fuerte golpe. El resto de ellas se están cambiando para la lección de aeróbic; desnudas, chillan como enloquecidas.
Lucone se para en los últimos escalones, extasiado ante aquel panorama de mórbidas colinas, humanas y rosadas. Joe se apresura a volver sobre sus pasos.
—amigo, apenas me lo puedo creer, esto es el paraíso.
—¡Idos al infierno!
Una muchacha con algo más de ropa encima que sus compañeras corre hacia la puerta cerrándola en sus propias narices. Los dos amigos permanecen en silencio por un instante.
—¿Has visto las piernas de la que estaba al fondo a la derecha?
—Porque la primera a la izquierda… ¿Harías ascos a un culo como ese?
Joe toma del brazo a su amigo, sacudiendo la cabeza.
—Increíble, ¿eh? Qué voy a hacerle ascos… ¡No soy un mariquita como tú!
De este modo, después de aquella breve pausa erótica, vuelven a perseguirse.
Nicholas abre el folio de su ficha, se la ha dado Francesco, el entrenador del gimnasio.
—Empieza con cuatro series de aberturas, sobre aquel banco. agarra pesas de cinco kilos, te tienes que ensanchar un poco, muchacho. Cuanto más gruesa sea la base, más podrás construir encima. —Nicholas no se lo hace repetir dos veces.
Se extiende sobre el banco arqueado y empieza. Los hombros le hacen daño, esos pesos parecen enormes; hace algunos ejercicios laterales, desciende hasta tocar el suelo, luego vuelve a subir. Después, detrás de la cabeza. De nuevo. Cuatro series de diez, todos los días, todas las semanas.
Pasadas las primeras, se siente ya mejor, los hombros dejan de hacerle daño, los brazos han aumentado ligeramente de volumen. Cambia la alimentación. Por la mañana un batido con proteínas en polvo, un huevo, leche, hígado de merluza. Para comer poca pasta, un filete casi crudo, levadura de cerveza y germen de trigo. Por la tarde al gimnasio. Siempre. Alternando los ejercicios, trabajando un día la parte de arriba y el otro la de abajo. Los
músculos parecen enloquecidos. Descansan solo el domingo, como buenos cristianos. El lunes se empieza de nuevo. Engorda algún kilo, semana a semana, paso a paso, por eso lo han llamado Nick. Se ha hecho amigo de Joe y de Lucone, y de todos los demás que acuden al gimnasio.
Un día, dos meses después, entra el Siciliano.
—¿Quién hace algunas flexiones conmigo?
El Siciliano es uno de los primeros socios de Budokan. De complexión fuerte, nadie quiere competir con él.
—que no he dicho que robéis un banco, solo quiero hacer unas cuantas flexiones.
Joe y Lucone siguen con el entrenamiento en silencio. Con el Siciliano se acaba siempre por pelear. Si pierdes no se cansa de tomarte el pelo, si ganas, bueno, cualquiera sabe lo que te puede suceder. Nadie ha ganado nunca al Siciliano.
—Pero bueno, ¿es que no hay nadie en este gimnasio de mierda que quiera hacer flexiones conmigo?
El Siciliano mira en derredor.
—Yo.
Se da la vuelta. Nick está frente a él, el Siciliano lo mira de arriba abajo.
—OK, vamos allí.
Entran en una pequeña habitación. El Siciliano se quita la sudadera desenfundando unos pectorales enormes y unos brazos bien proporcionados.
—¿Estás listo?
—Cuando quieras.
El Siciliano se extiende en el suelo. Nick delante de él. Empiezan a hacer flexiones. Nick resiste todo lo que puede. Al final, destrozado, se derrumba en el suelo. El Siciliano hace otras cinco a gran velocidad, luego se levanta y da una palmadita a Nick.
—Estupendo, muchacho, no vas mal. Las últimas las has hecho todas con esta. —Y le da amistoso una ligera palmada en la frente. Nick sonríe, no se ha burlado de él. Todos vuelven a sus ejercicios. Nick se masajea los músculos doloridos de los brazos. No ha ocurrido nada de especial: eln Siciliano es mucho más fuerte que él, todavía es demasiado pronto.

domingo, 14 de agosto de 2011

capitulo 3: Con Selena y Nick




Ágil y veloz, oscuro como la noche. Luz y reflejos van y vienen en los pequeños espejitos de su moto. Llega a la plaza, aminora la marcha lo justo para
comprobar que no viene nadie por su derecha, luego emboca la calle Vigna Stelluti a toda velocidad.
—Tengo ganas de verlo, hace dos días que no hablamos.
Una agraciada muchacha de tes blanca, de ojos cafes y bonitas posaderas aprisionadas en un par de crueles Miss Sixty, sonríe a su amiga, una rubia
tan alta como ella pero algo más regordeta.
—Ay, Sel, ya sabes cómo es, que haya estado contigo no quiere decir que ahora salgáis juntos.
Sentadas en sus motos, fuman cigarrillos demasiado fuertes, tratando de darse aires y también de aparentar algún que otro año de más.
—Y eso qué tiene que ver, sus amigos me han dicho que él no llama nunca.
—¿Por qué, a ti te ha llamado?
—¡Sí!
—Bueno, tal vez se haya equivocado de número.
—¿Dos veces?
Sonríe, feliz de haber hecho callar a su amiga siempre con la broma a punto, que, sin embargo, no se da por vencida.
—De los amigos no te puedes fiar nunca. ¿Has visto qué caras?
Cerca de ellas, con unas motos de potencia igual a la de sus músculos, Joe, Lucone, Hook, el Siciliano, Bunny, Schello y muchos más. Nombres improbables de historias difíciles. No tienen un trabajo fijo. Algunos ni siquiera demasiado dinero en el bolsillo, pero se divierten y son amigos. Es suficiente. Además, les gustan las peleas, y de eso nunca falta. Están en la plaza Jacini, sentados sobre sus Harley, sobre viejas 350 Four con los cuatro silenciadores originales, o con la clásica cuatro en uno, cuyo ruido es más potente. Soñadas, suspiradas y finalmente concedidas por sus padres gracias a extenuantes súplicas. O al sacrificio del desafortunado alelado que olvidó la cartera en el cajetín de alguna Scarabeo, o en el bolsillo interior de una Henry Lloyd demasiado fácil de limpiar durante el recreo.
Esculturales y sonrientes, siempre con ganas de bromear, las manos robustas con alguna que otra marca, recuerdo de alguna pelea. John Milius habría perdido la cabeza por ellos. Las muchachas, más silenciosas, sonríen; casi todas se han escapado de casa, inventando una noche tranquila en casa de una amiga que, en cambio, está sentada a su lado, hija de la misma mentira.
Gloria, una muchacha con las mallas azules y la camiseta del mismo color con pequeños corazones celestes, hace gala de una espléndida sonrisa.
—Ayer me divertí un montón con Dario. Celebramos que hace seis meses que estamos juntos.
Seis meses, piensa Selena. A mí me bastaría uno…
Selena suspira, luego vuelve a encandilarse con las palabras de su amiga.
—Fuimos a comer una pizza a Baffetto.
—Vaya, yo también fui.
—¿A qué hora?

—Mmm… a eso de las once.
Odia a su amiga que interrumpe el relato. Siempre hay alguien o algo que interfiere en los sueños de uno.
—Ah, no, a esa hora nos habíamos marchado ya.
—Pero bueno, ¿queréis escucharme?
Un único «sí» sale de aquellas bocas de gustos particulares a brillo de labios a la fruta o a pintalabios robados a dependientes distraídos o en los baños maternos, mejor surtidos, si cabe, que tantas pequeñas perfumerías.
—Llegado un momento, se acerca el camarero y me trae un ramo de rosas rojas enorme. Dario sonríe, mientras todas las chicas que están en la pizzería me miran conmovidas y también con algo de envidia.
Casi se arrepiente de la frase, al notar a su alrededor las mismas miradas.
—No por Dario… ¡Por las rosas!
Una risita tonta vuelve a unirlas.
—Luego me besó en la boca, me tomo la mano y metió en ella esto.
Enseña a las amigas un fino anillo con una pequeña piedra celeste, con reflejos casi tan alegres como los de sus ojos enamorados. Palabras de estupor y un «¡Precioso!» acogen aquel sencillo anillo.
—Después nos fuimos a mi casa y estuvimos juntos. Mis padres no estaban, fue estupendo. Puso el CD de Cremonini, me vuelve loca. Luego nos
tumbamos en la terraza bajo un edredón para contemplar las estrellas.
—¿Había muchas? —Selena es, sin lugar a dudas, la más romántica del grupo.
—¡Muchísimas!
Un poco más allá, una versión diferente.
—Eh, ayer por la noche no contestabas…
Hook. Una banda sobre el ojo, fija. El pelo ondulado y largo, ligeramente más rubio en las puntas, le da un aire de angelito que contradice su fama,
algo infernal.
—Entonces, ¿se puede saber lo que hiciste ayer por la noche?
—Nada. Fui a comer a Baffetto con Gloria y luego, visto que no estaban sus padres, fuimos a su casa y lo hicimos. Lo de siempre, nada especial…
¿Habéis visto cómo han reestructurado el Panda?
Dario trata de cambiar de tema. Pero Hook no abandona su presa.
—Cada tres o cuatro años reestructuran todos los locales… ¿Por qué no nos llamaste?
—No pensábamos salir, lo hicimos así, de repente.
—Qué raro, tú nunca haces nada de repente.
El tono no promete nada bueno. Los demás se dan cuenta. Pollo y Lucone dejan de jugar al fútbol con una lata abollada. Se acercan sonrientes.
Schello da una calada más larga a su cigarrillo y hace la acostumbrada mueca.
—Tienen que saber, muchachos, que ayer hizo seis meses que Gloria y Dario están juntos y que él quiso salir a celebrarlo solo.
—No es verdad.
—¿Cómo que no? Te vieron comiendo una pizza. ¿Es verdad que quieres trabajar por tu cuenta?
—Sí, dicen que quieres abrir una florería.
—¡Guau! —Todos empiezan a darle palmaditas y golpes en la espalda mientras Hook lo toma con el brazo alrededor del cuello y con el puño cerrado le frota con fuerza la cabeza.
—Qué tierno…

—¡Ay! Dejame…
El resto se le tira encima, riendo como locos, hasta casi ahogarlo con sus músculos anabolizados. Bunny, a continuación, mostrando los dos gruesos dientes delanteros que le han regalado aquel apodo, grita sin desmentirse:
—tomemos a Gloria.
Las All Star celestes, con la pequeña estrella roja que centra el círculo de goma sobre el tobillo, bajan de la Vespa y tocan ágilmente el suelo.
Gloria apenas tiene tiempo de dar dos pasos apresurados antes de que el Siciliano la levante. Su pelo rubio hace un extraño contraste con el ojo oscuro del Siciliano, con su ceja malamente cosida, con aquella nariz aplastada y blanda, privada del frágil hueso por un buen directo, unos meses antes, en el bar de Fiermonti.
—Déjarme, venga, para ya.
Schello, Pollo y Bunny los rodean de inmediato y fingen ayudarlo a tirar al aire aquellos cincuenta y cinco kilos bien distribuidos, procurando meter las manos en el sitio justo.
—Parar ya, venga.
El resto de las muchachas se acercan también a ellos.
—Dejarla en paz.
—Se han portado como unos infames, en lugar de celebrarlo con todo el grupo. Bueno, pues ahora lo celebraremos nosotros a nuestro modo.
Vuelven a lanzar a Gloria por los aires, riendo y bromeando.
Dario, a pesar de ser algo más menudo que los demás y regalar rosas, se abre paso a empujones. Agarra a Gloria por la mano, justo en el momento en el que esta vuelve a bajar, y la pone a sus espaldas.
—Ahora basta, dejarlo ya.
—¿Por qué motivo?
El Siciliano sonríe y se planta delante de él con las piernas abiertas. Los vaqueros, ligeramente más claros, se tensan sobre sus cuádriceps abultados. Gloria, apoyada sobre el hombro de Dario, asoma solo la mitad. Si hasta entonces ha contenido las lágrimas, ahora contiene también el aliento.
—¿Si no qué haces?
Dario mira al Siciliano a los ojos.
—Vete, qué carajos quieres, siempre tienes que hacer el tonto.
La sonrisa se desvanece de los labios del Siciliano.
—¿Qué has dicho?
La rabia le hace mover los pectorales. Dario aprieta los puños. Un dedo, escondido entre el resto, cruje con un ruido sordo. Gloria entorna los ojos.
Schello permanece con el cigarrillo colgando en la boca abierta. Silencio. Repentinamente, un rugido rompe el aire. La moto de Nick llega en medio de
un gran estruendo. Se ladea al fondo de la curva y hace veloz el caballito, frenando poco después en medio del grupo.
—¿Qué hacen?
Gloria finalmente suspira. El Siciliano mira a Dario.
Una leve sonrisa deja para otro momento la cuestión.
—Nada, Nick, se habla demasiado y no se hace nunca un poco de movimiento.
—¿Tienes ganas de desentumecerte un poco?
El soporte de la moto salta como una navaja y se planta en el suelo. Nick baja y se quita la cazadora—Se aceptan competidores.
Pasa junto a Schello y, abrazándolo, le quita de la mano la Heineken que acaba de abrir

—Hola, Nick.
—Hola.
Schello sonríe, feliz de ser su amigo, un poco menos por haber perdido la cerveza.
Cuando la cara de Nick vuelve a bajar después de haber dado un largo trago, sus ojos se encuentran con los de Selena.
—Hola.
Los labios carnosos de ella, ligeramente rosados y pálidos, se mueven imperceptiblemente al pronunciar aquel saludo en voz baja. Los diminutos
dientes blancos, regulares, se iluminan al mismo tiempo que sus preciosos ojos verdes tratan de transmitir todo su amor, inútilmente. Es demasiado.
Nick se acerca a ella, mirándola a los ojos.Selena mantiene la mirada, incapaz de bajarla, de moverse, de hacer algo, de detener aquel pequeño corazón que, como loco, toca un «solo» al estilo Clapton.
—Sostén esto.
Se quita el Daytona con la correa de acero y lo deja en sus manos. Selena lo mira alejarse, luego aprieta el reloj, acercándoselo al oído. Siente aquel ligero zumbido, el mismo que escuchó hace algunos días bajo su almohada, mientras él dormía y ella pasó algunos minutos contemplándolo en silencio. En aquel momento, en cambio, el tiempo parecía haberse detenido.
Nick trepa ágilmente hasta llegar a la marquesina que hay sobre Lazzareschi, saltando la reja del cine Odeon.
—Entonces, ¿quién viene? ¿Qué pasa, hay que invitaros por escrito?
El Siciliano, Lucone y Joe no se hacen de rogar. Uno tras otro, como monos con cazadoras en lugar de pelo, trepan con facilidad por la verja. Llegan a la marquesina; el último es Schello, doblado ya en dos para recuperar el aliento.
—Yo ya estoy muerto, hago de árbitro. —Y da un sorbo a la Heineken que, milagrosamente, ha conseguido no volcar durante la agotadora ascensión: para los demás un juego de niños, para él una hazaña a lo Messner.
Las siluetas se recortan en la penumbra de la noche.
—¿Listos? —Schello grita alzando rápidamente la mano. Una salpicadura de cerveza alcanza algo más abajo a Valentina, una guapa morena con cola de caballo que sale desde hace poco con Gianlu, un tipo bajo hijo de un rico corbatero.
—¡Coño! —se le escapa, en gracioso contraste con su refinada cara—. Ten cuidado, ¿no?
Los demás se ríen, secándose las gotas que les han alcanzado.
Una vez reunidos casi todos, una decena de cuerpos musculosos y entrenados se preparan sobre la marquesina. Las manos delante en paralelo, las caras tensas, los pechos hinchados.
—¡Venga! ¡Uno! —grita Schello y todos los brazos se doblan sin esfuerzo. Silenciosos y todavía frescos, alcanzan el mármol frío, y se alzan de
nuevo sin perder tiempo—. ¡Dos! —De nuevo abajo, más rápidos y decididos—. ¡Tres! —Siguen, igual que antes, con más fuerza que antes—.¡Cuatro! —Sus caras, muecas casi surreales, sus narices, con pequeñas arrugas, bajan a la vez. Rápidas, con facilidad, rozan el suelo y luego vuelven a subir—. ¡Cinco! —grita Schello dando un último sorbo a la lata y lanzándola al aire—. ¡Seis! —La golpea con una patada precisa—. ¡Siete! —La lata vuela por los aires. Luego, como una lenta paloma torcaz, golpea de lleno la Vespa de Valentina.
—Coño, eres realmente un tonto, yo me voy. —Las amigas se echan a reír.
Gianluca, su novio, deja de hacer flexiones y baja de un salto de la marquesina.
—No, andale, venga, no te pongas así.
La rodea con sus brazos y trata de detenerla, consiguiéndolo con un tórrido beso que interrumpe sus palabras.
—Está bien, pero dile algo a ese.
—¡Ocho! —Schello baila sobre la marquesina moviendo alegremente las manos.
—Chicos, ya hay uno que con la excusa de que su mujer se ha cabreado ha abandonado. Pero la competición continúa.
—¡Nueve! —Todos se ríen y, ligeramente más acalorados, bajan.
Gianluca mira a Valentina.
—¿Qué puedes decirle a uno así? —Le toma la cara entre las manos—.Perdónalo, cariño, no sabe lo que hace —dice, haciendo gala de unos discretos conocimientos en materia de religión pero de una pésima práctica ya que, a continuación, empieza a morrearse con ella delante de las otras chicas.
La voz gruesa del Siciliano con aquel acento particular de su pueblo que, junto a la piel olivácea, le ha valido también el apodo, retumba en la plaza.
—Vamos, Sche, aumenta algo el ritmo que si no me duermo.
—¡Diez!
Nick desciende con facilidad. La corta camiseta azul claro deja al descubierto sus brazos. Los músculos están hinchados. En las venas el corazón
late potente, aunque todavía lento y tranquilo. No como entonces. Aquel día su joven corazón había empezado a latir velozmente, como enloquecido.


 

miércoles, 10 de agosto de 2011

cap 2: Las Hermanas

 La luna se asoma, alta y pálida, por entre las ramas de un árbol frondoso. Los ruidos se oyen extrañamente lejanos. Desde una ventana llegan algunas
notas de una música lenta y agradable. Un poco más abajo, las líneas blancas del campo de tenis resplandecen rectas bajo la palidez lunar y el fondo
de la piscina vacía espera melancólico el verano. En el primer piso del edificio una muchacha rubia ceniza, no muy alta, de ojos entre azules y grises de piel aterciopelada, se
mira indecisa al espejo.
—¿Necesitas la camiseta negra elástica de Onyx?
—No lo sé.
—¿Y los pantalones azules? —grita Victoria desde su habitación.
—No lo sé.
—Y las mallas, ¿te las vas a poner?
Victoria está ahora en la puerta, mira a Miley. Los cajones de la cómoda abiertos y la ropa esparcida por doquier.
—Entonces tomo esto…
Victoria se adelanta entre algunas Superga tiradas por el suelo, todas de la treinta y siete.
—¡No! Eso no te lo pones porque me gusta mucho.
—Yo lo tomo de todos modos.
Miley se levanta de un salto con las manos apoyadas en las caderas.
—Lo siento, pero no me lo he puesto nunca…
—¡Podías haberlo hecho antes!
—Sí, ¿y si luego me lo desbocas todo?
Victoria mira irónica a su hermana.
—¿Qué? ¿Estás bromeando? Mira que fuiste tú la que el otro día se puso mi falda azul elástica y ahora para ver mis bonitas curvas hay que ser adivino.
—¿Y qué tiene que ver? Esa la ensanchó Avan Jogia.
—¿Qué? ¿Avan lo ha intentado y tú no me has dicho nada?

—Apenas hay algo que contar.
—No me lo creo, a juzgar por mi falda.
—Pura apariencia. ¿Qué te parece la camisa rosa melocotón debajo de esta chaqueta azul?
—No cambies de tema. Cuéntame lo que pasó.
—Bueno, ya sabes lo que pasa en estos casos.
—No.
Miley mira a su hermana pequeña. Es verdad, no lo sabe. Todavía no puede saberlo. Está demasiado pequella y no hay nada lo bastante bonito en ella como para convencer a alguien de ensancharle una falda.
—Nada. ¿Te acuerdas que el otro día le dije a mamá que iba a estudiar con Demi?
—Sí, ¿y qué?
—Bueno, pues que me fui al cine con Avan Jogia.
—¿Y?
—La película no era nada de especial y, pensándolo bien, tampoco él.
—Sí, pero vayamos al grano. ¿Cómo se ensanchó la falda?
—Bueno, la película llevaba diez minutos empezada y él se revolvía sin parar en su asiento. Pensé: «Es cierto que este cine es incómodo pero me
parece que lo que Avan quiere es meterme mano.» Y de hecho, poco después, se corrió un poco hacia un lado y pasó el brazo por mi respaldo. Oye,¿qué te parece si me pongo el traje, ese verde con los botoncitos delante?
—¡Sigue!
—En fin, que del respaldo fue bajando, poco a poco, hasta llegar al hombro.
—¿Y tú?
—Yo… nada. Fingía no darme cuenta. Miraba la película como si estuviera con los cinco sentidos puestos en ella. Luego me atrajo hacia él y me besó en la boca.
—¿Avan Jogia te besó? ¡Guau!
—¿Por qué te agitas tanto?
—Caramba, Avan está muy bueno.
—Sí, pero se lo cree demasiado… Siempre está pendiente de él, no deja de mirarse al espejo…
-- Bueno, en resumen, durante el segundo tiempo recuperó casi de inmediato la posición de antes. Me compró un helado Algida. La película había mejorado mucho, quizá fuera en parte gracias a la parte de arriba del helado, la de las avellanas. Era fantástica. Así que me distraje y me lo volví a encontrar con las manos un poco demasiado bajas
para mi gusto. Intenté alejarlo pero no sirvió de nada, se agarró a tu falda azul. Y por eso se ha ensanchado.
—¡Menudo cerdo!
—Sí, imagínate que no tenía ninguna intención de parar. Y luego, ¿sabes lo que hizo?
—No, ¿qué hizo?
—Se desabrochó los pantalones, me cogió la mano y tiró de ella hacia abajo. En fin, hacia su cosa…
—¡No! ¡Entonces sí que es realmente un cerdo! ¿Y después?
—Entonces yo, para calmarlo, tuve que sacrificar mi helado. Se lo metí por los pantalones abiertos. ¡Si vieras el bote que pegó!
—¡Muy bien, hermanita! Eso sí que es tener agallas…
Se echan a reír. Luego, Victoria, aprovechando aquel momento de alegría, se aleja con el traje verde de su hermana.
Un poco más allá, en el estudio, Claudio se prepara la pipa sentado en un mullido sofá con dibujos de cachemira. Le divierte trajinar con el tabaco,
aunque en realidad se trate solo de un compromiso. En casa ya no le permiten fumar sus Marlboro. La mujer, fanática jugadora de tenis, y las hijas, demasiado preocupadas por la salud, lo regañan cada vez que se enciende un cigarrillo, por eso se ha pasado a la pipa. «¡Te da más clase, te hace parecer más reflexivo!», le había dicho Raffaella. Y, de hecho, él se lo ha pensado muy bien. Mejor tener aquel trozo de madera entre los labios y un
paquete de Marlboro escondido en el bolsillo de la chaqueta que discutir con ella.
Da una bocanada a la pipa mientras hace un recorrido por los canales de televisión.
Sabe de antemano dónde detenerse. Unas muchachas descienden por una escalera lateral canturreando una estúpida canción y mostrando sus
senos turgentes.
—Claudio, ¿estás listo?
Cambia de canal de inmediato.
—Por supuesto, querida.
Raffaella lo mira. Claudio permanece sentado en el sofá, perdiendo algo de seguridad.
—Ten, cámbiate la corbata, ponte esta burdeos.
Raffaella abandona la habitación, dando por zanjada cualquier posible discusión al respecto. Claudio deshace el nudo de su corbata preferida.
Luego aprieta el botón número cinco del mando del televisor. Pero, en lugar de las bellezas de antes, se tiene que conformar con un ama de casa que, enmarcada por un alfabeto, trata de hacerse rica. Claudio se pone la corbata burdeos alrededor del cuello y se concentra en el nuevo nudo.
En el pequeño baño que hay entre las habitaciones de las dos hermanas, Victoria está exagerando con el contorno de ojos.
Miley aparece a su lado.
—¿Qué te parece?
Lleva puesto un vestido de flores, rosado y vaporoso. Se estrecha delicadamente en la cintura, para después caer suelto sobre sus caderas redondeadas.
—Bueno, ¿cómo estoy?
—Bien.
—Pero no demasiado.
—Muy bien.
—Sí, pero ¿por qué no dices que estoy estupenda?
Victoria sigue intentando que la línea que debería alargarle un poco los ojos le salga recta.
—Bueno, no me gusta el color.
—Sí, pero dejando aparte el color…
—No me gustan mucho las hombreras tan grandes.
—Sí, pero dejando aparte las hombreras…
—Bueno, ya sabes que no me gustan las flores.
—Ya lo sé pero trata de no tenerlas en cuenta.
—En ese caso, estás estupenda.
Miley, completamente insatisfecha y sin saber ni siquiera ella lo que le habría gustado oír, toma el frasquito de Caronne que compró con sus padres en un duty—free al volver de las Maldivas. Al salir tropieza con Victoria.
—¡Eh, ten cuidado!
—¡Ten cuidado tú! A mí me costaría mucho menos ponerte el ojo negro. ¡Mira cómo te estás pintando!
—Lo hago por Andrea.
—¿Qué Andrea?
—Palombi. Lo conocí fuera del Falconieri. Estaba hablando con Mara y Francesca, las de cuarto. Cuando se marcharon, le dije que yo también iba a clase con ellas. Pintada así, ¿cuántos años me echarías?
—Bueno, sí, la verdad es que pareces más mayor. Quince por lo menos.
—Pero ¡si yo tengo quince años!
—Difumina un poco aquí… —Miley se mete el índice en la boca, se lo moja, y después lo apoya sobre los párpados de su hermana dándole un leve masaje.
—¡Ya está!
—¿Y ahora?
Miley mira a su hermana enarcando las cejas.
—Estás a punto de cumplir dieciséis.
—Todavía son muy pocos.
—Chicas, ¿estáis listas?
En la puerta de casa, Raffaella conecta la alarma. Claudio y Victoria pasan veloces por delante de ella, Miley es la última en llegar. Todos entran en el ascensor. La velada está a punto de iniciarse. Claudio se arregla mejor el nudo de la corbata. Raffaella se pasa repetidas veces la mano derecha por el pelo. Miley se coloca bien la chaqueta oscura de las anchas hombreras. Victoria se mira simplemente al espejo, sabiendo ya que se topará con la mirada de su madre.
—¿No te has pintado demasiado?
Victoria prueba a contestar.
—Déjalo estar, llegamos tarde, como siempre.
Esta vez, la mirada de Raffaella se cruza en el espejo con la de su marido.
—Pero ¡si soy yo el que las ha estado esperando, a las ocho estaba ya preparado!
Dejan atrás en silencio los últimos pisos. En el ascensor entra el olor del estofado de la mujer del portero. Aquel gusto a Sicilia se mezcla por un momento con la extraña compañía francesa de Caronne,Drakkar y Opium. Claudio sonríe.
—Es la señora Terranova. Hace un guiso de carne fabuloso.
—Le echa demasiada cebolla —asevera Raffaella quien, hace ya algo de tiempo, optó por la cocina francesa ante la sincera preocupación de todos y la desesperación de la criada sarda.
El Mercedes se para delante del portal.
Raffaella, con un ruido dorado de joyas, recuerdo de fiestas y Navidades más o menos felices, casi siempre muy caras, sube delante, las dos hijas
detrás.
—¿Se puede saber por qué no pegár más la Vespa a la pared?
—¿Todavía más? Papá, mira que eres torpe…
—Victoria, no te consiento que le hables así a tu padre.
—Oye, mamá, ¿mañana podemos ir en Vespa al colegio?
—No, Miley. Todavía hace demasiado frío.
—Pero tenemos el parabrisas.
—Victoria…
—Pero mamá, todas nuestras amigas…
—Aún no he visto a todas estas amigas tuyas con la Vespa.
—Si es por eso, a Victoria le han regalado la nueva Peugeot que, por cierto, y ya que te preocupas tanto, corre incluso más deprisa.
Fiore, el portero, levanta la barra. El Mercedes espera, como cada noche, que aquel largo trozo de hierro a bandas rojas suba lentamente. Claudio hace un gesto para saludarlo. A Raffaella solo le preocupa dar por concluida la discusión.
—Si la semana que viene hace más calor, veremos.
El Mercedes parte con una pizca de esperanza más en el asiento posterior y con un rascón en el espejito lateral derecho. El portero se vuelve a
concentrar en su pequeño aparato de televisión.
—Todavía no me has dicho cómo estoy con esta ropa.
Victoria mira a su hermana. Las hombreras son un tanto anchas y a ella le resulta demasiado seria.
—Estupenda. —Sabe perfectamente cómo manejarla.
—No es verdad, las hombreras son demasiado anchas y soy demasiado perfecta, como dices tú. Eres una mentirosa y, ¿sabes lo que te digo? Que recibirás un castigo por esto. Andrea ni siquiera te mirará a la cara. Es más, lo hará, pero con todo ese negro en los ojos no te reconocerá y se irá
con Giulia.
Victoria trata de contestarle, sobre todo en lo relativo a Giulia, la peor de sus amigas. Pero Raffaella pone punto final a la discusión.
—Niñas, dejarlo ya, si no las llevo de vuelta a casa.
—¿Doy la vuelta? —Claudio sonríe a la mujer, fingiendo mover el volante. Pero le basta una mirada para comprender que el ambiente no está para
bromas.

martes, 9 de agosto de 2011

capitulo 1: Un pequeñOo encuentrOo

soOrry pOor noO subir antes, eske mi cOompu se descoOmpusOo y aun la estan arreglandOo asik le tube que pedir prestada la coOmpu a mi primo y pude subir cap.


El graffiti rojo brilla en toda su desfachatez en una columna del puente de la calle Francia.
Vecino, un águila real, esculpida hace tanto tiempo que seguramente habrá visto el culpable, pero nunca hablara. Un poco mas abajo, como una pequeña águila protegida por sus rapaces garras de mármol, esta sentado el.
Cabellos cortos, casi nunca peinados, bajo detrás del cuello como un marino, una chaqueta Levi’s oscura.
El cuello hacia arriba, una Marlboro en boca, los lentes Ray-Ban en sus ojos. Tiene un aire de duro, aunque si no lo estuviera deseando. Una sonrisa bellísima, pero son pocos los que han tenido la fortuna de apreciarla.
Algunos carros en el fondo se paran amenazantes en el semáforo. Están allí, en línea como si fuera un desfile, si no fuera por su diversidad. Un 500, un New Beetle, un Micra, un auto americano no identificado, un viejo Punto.
En una Mercedes 200, un flaco dedo con las uñas comidas le da un leve empujón a un CD. De las cornetas Pioneer laterales cobra vida de repente la voz de un grupo de rock.
El automóvil vuelve andar siguiendo el flujo. Ella quiere saber ‘where is the love’ ¿pero existe de verdad? De una cosa esta segura, lo trataría de descubrir si no fuera por su hermana que de la parte trasera insiste en repetir: ‘Pon a Eros, anda, quiero escuchar Eros’.
La Mercedes pasa justo cuando ese cigarrillo, casi terminado, cae a tierra, empujada por una última probada decidida y ayudada por un poco de viento. El baja de los escalones de mármol, se arregla un poco sus pantalones y sale en su moto Honda blu VF 750 custom. Como encantado se encuentra entre los carros. Su Adidas derecho cambia, ajusta y deja andar al motor potente que empuja como una onda en medio del tráfico.
El sol esta saliendo, es una bella mañana. Ella esta yendo a la escuela, el no se ha ido a dormir todavía de la noche anterior. Un día como cualquier otro. Pero en el semáforo se encuentran uno al lado del otro, y entonces no será un día como cualquier otro.
El semáforo en rojo.
El la ve. La ventanilla esta abajo, una cola de cabellos rubios ceniza descubre por pedazos su cuello suave. Un perfil ligero pero decidido, sus ojos entre azules y grises, dulces y serenos, escuchan soñadores y entrecerrados la canción. Tanta calma lo golpea.
-Hey!-Ella se voltea hacia el, sorprendida. El sonríe, parado cerca de ella, en su moto, sus hombros anchos, sus manos ya rápidamente bronceadas para la mitad de abril.-¿Quieres venir a pasear conmigo?
-No, estoy yendo a la escuela.
-Bueno no vayas, haz como que vas y yo te voy a buscar ahí enfrente.
-Lo siento.-ella hace una sonrisa falsa y forzada-Me he equivocado de respuesta, no me provoca ir a pasear contigo.
-Ve que conmigo te divertirás.
-Lo dudo.
-Resolverás todos tus problemas.
-No tengo problemas.
-Esta vez soy yo el que lo duda.
El semáforo cambia a Verde.
La Mercedes 200 avanza rápido dejando terminar la risa segura de el. El padre se gira hacia ella
-Pero quien era ese? Un amigo tuyo?.
-No papa, solo un cretino
Cualquier segundo después la Honda regresa de nuevo. El se agarra a la ventanilla y con la derecha da un giro al acelerador, lo suficiente como para no hacer tanto esfuerzo, aunque con su fuerte brazo no habría tenido muchos problemas en esforzarse.
El único que parece tener algún problema es el padre.
-Pero que hace este inconsciente? Porque se acerca tanto?
-Tranquilízate papa, yo me ocupo
Se voltea decidida hacia el.
-Escucha, no tienes nada mejor que hacer?
-No.
-Bueno, pues con síguelo.
-Ya conseguí algo que me gustaría.
-Y que será?
-Pasear contigo. Anda, te llevo por la Olimpica, corremos fuerte con la moto, después te ofrezco el desayuno y te regreso a la hora de la salida de la escuela. Te lo juro.
-Creo que tus juramentos valen bien poco.
-Cierto- sonríe- mira, ya que conoces tanto de mi, di la verdad, ya te gusto no?
Ella se rie y mueve la cabeza.
-Bueno, ahora basta abre un libro que saca de su mochila Nike.Debo pensar a mi verdadero y único problema.
-Cual?
-La interrogación de Latín.
-Creía que era el sexo.
Ella se voltea molesta. Esta vez no sonríe más, ni siquiera por pretender.
-Levanta la mano de la ventanilla.
-Y donde quiere que la meta?
Ella oprime el botón.
-No puedo decírtelo, esta mi padre.
La ventanilla eléctrica comienza a subir. El espera hasta el último instante, después quita la mano.
-Nos vemos.
No da tiempo para escuchar su seco ‘No’. Se inclina ligeramente hacia la derecha. Agarra la curva, escala y consigue potencia desapareciendo veloz entre los carros.El Mercedes continúa su viaje, ahora mas tranquilo, hacia la escuela.
-Sabes quien era ese?-La cabeza de la hermana se pone repentinamente entre los dos asientos.-Lo llaman 10 con honores’’
-Para mi es solo un idiota.
Después abre el libro de latín y comienza a repasar el ablativo absoluto. En un pedazo para de leer y mira afuera. Es verdaderamente eso su único problema? Cierto, no aquel que dice ese tipo. Y, sin embargo, no lo volvería a ver nunca más. Regresa a leer decidida. El carro va hacia la izquierda, hacia su escuela, La Falconieri.
-Si, yo no tengo problemas y no lo volveré a ver mas.
No sabia, en realidad, de cuanto se estaba equivocando. Acerca de cada una de las cosas.

sábado, 6 de agosto de 2011

imprOovistOo!!! sinOopsis!!!!

HoOla!!!!!!


NoO me pude aguantar las ganas estOoy muy emOociOonada voOy a subir la sinoOpsis ps estoOy chateandOo coOn una amiga en face y nOo ha vistOo la peli perOo quiere saber de que trata y ps para cOomplacerla y ami tam para complaserme la vOoy a subir.


Ademas si fuera pOor ella hubiera sidoO pOor oOtra amiga Oo poOr mi misma que estOoy mas emOocioOnada que cuandoO te dan la sOorpresa que tienes bOoletoOs VIP para ir a ver a tu artista FAVOoRITOo!!!!!!!!


3Metros Sobre el Cielo
Sinopsis

Esta la historia de amor entre dos jóvenes muy diferentes. Miley es una chica muy estudiosa muy pegada a su familia y sus amigas; y Nick (Nicholas) es un chico que pertenece a una banda callejera y es muy violento.
  La primera vez que se ven es en una fiesta a la que estaba invitada Miley y Nicholas se presentó con su banda sin ser invitados. En aquel momento ellos no se cayeron bien pero sus dos mejores amigos se enamoraron Joe (amigo de Nicholas) y Demi (amiga de Miley), ambos se hacen novios y Nicholas y Miley no tienen más remedio que verse en algunas situaciones.
  Con el paso del tiempo los dos se enamoran, pero surgen contratiempos que impiden la relación. Por un lado está lo padres de Miley que no quieren que su hija salga con ese chico y por otro está Selena una chica que está enamorada de Nicholas y le hara la vida imposible a Miley.

COMENTEN PLZ C= 

2 DiAs!!!!!

sOoLoO quedan 2 días para el gran estrenOo estOoy muy emOociOonada =) jejeje


Aquí les dejOo lOos persOonajes d esta nOove-peli:



3Metros Sobre el Cielo


Miley: Es una adOolescente de  17 añOos que estudia el ultimOo cursOo en el cOolegiOo. Sin ser un cerebritOo, siempre le va bien en lOos estudiOos, es muy respOonsable, es muy influenciable e inOocente a la vez, es una buena chica y nunca ha dadOo prOoblemas en su casa.

Victoria: Es la hermana pequeña de Miley, y esta en plena edad de la adOolescencia. TOodoO loO típicOo que se utiliza para describir a las quinceañeras sOon aplicables para ella: enamoOradisima, pasa hOoras hablandOo poOr teléfOonoO y se siente oOrgullOosa de su hermana cuandOo coOmete imprudencias.



Demi: Es la mejOor amiga "lOoca" de Miley. Despistadas e irrespOonsable, es buena amiga y buena persOona perOo se deja llevar poOr el mal caminOo coOn facilidad,arrastradOo coOn ella a quien haga falta.Sale cOon el amigoO de Nick.


Nick: Tiene 29 añOos y aunque terminOo el coOlegiOo nOo ha seguidOo estudiandoO ni tampOocoO trabaja. A raiz de unOos hechoOs pasadOos se a coOnvertidOo en un chicOo rebelde y sus pasiOones soOn las mOotOos, el gimnasiOo y la vioOlencia. NoO tiene prOoblema en partirle la cara al primerOo que pasa.

Kevin: Es el hermanOo mayoOr de Nick, es cOompletamente lOo oOpuestOo a su hermanOo: respoOnsable, trabajadoOr,tranquilOo,inclusoO tímidOo,amables etc.
Nick lOo maneja cOomOo quiere y al ser Kevin buenOo nOo loO puede cOontrOolar.



Joe: Es el mejor amigOo de Nick, coOmpañerOo de gimnasiOo, carreras de mOotoOs.AmbOos compartes es aficióÓn y las cOompetencias en el circuitoO.



Selena: Chica de OojOos cafés que mantiene relaciOones espOorádicas cOon Nick. Tendrá un encuentrOo cOon Miley, del que saldrá mal parada. 


AclaraciOon nOo OodiOo a Selena  Gómez sOolOo que nOo se me OocuriOo pOoner a Ootra actriz de mala.    

viernes, 5 de agosto de 2011

miércoles, 3 de agosto de 2011

5 dias k emOociOon!!!!!

sOolOo quedan 5dias para iniciar con esta nOovela 
                  ya he terminadOo con los arreglos jejeje
                                  estOoy muy muy emOociOonada!!!!!




                                          faltan 5 días

martes, 2 de agosto de 2011

6 Dias

HOola!!

quierOo infOormarles que la nOovela se llama:
                                                                          3MSC        3MetrOos SOobre el CielOo
sera Niley y Jemi 
   
                           FALTAN 6 DIAS!!!!!!!!


EstOoy muy emOociOonada jejeje ya estOoy empezandOo hacer lOos ajustes y mOodificaciOones a esta hermOosa peli!.

lunes, 1 de agosto de 2011

cuenta regresiva !!

hOola d´ nuevOo

En el avisOo anteriOor les dije que publicare una nOovela y así es, perOo cOomOo vOoy a entrar a clases empesare cOon una que es una peli nOo sere yOo la autOora si le are unOos cambiOos ps es españOola esperOo y nOo se enOojen perOo entiendanme he pasadOo a segundOo de prepa y es un pOokOo mas dificil y tengOo que pOonerle muchas ganas la empezare a publicar el 8 d´ AgOostOo de este añOo.

Talvez nOo cOomOo me gustaria d´ un capitulOo diariOo ps tengOo un hermanOo mayOor y nOo me presta la cOompu ps a diariOo perOo prOometOo hacer lOo mejOor.
 
desde hOoy empieza  la cuenta REGRESIVA:
                                                                       
                                                                            Faltan 6 dias